O Judaismo Humanista é a pratica da liberdade e dignidade humana
El Tanaj no es necesariamente literatura religiosa. Sin embargo, aun cuando habla de lo mundano invariablemente insinúa lo sublime. Eso es lo que hace que sea una lectura tan potente. Un ejemplo al respecto es el capítulo 23 del Libro de Génesis.
En la tierra de Canaán, (más tarde llamada Palestina por los romanos), Abraham-el padre de Israel y "una multitud de naciones," compra un terreno para enterrar a su esposa Sara, la que acaba de fallecer. (Con el tiempo, además de Sara, también el mismo Abraham y los otros patriarcas y matriarcas Isaac y Rebeca, Jacob y Lea serán también enterrados allí.)
La larga descripción de las altamente coreografiadas negociaciones entre Abraham y los ciudadanos de Hebrón, el lugar donde se halla ubicado el sitio del entierro, desconcierta. Tiene que haber una razón para tal elaborado recuento, sobre todo cuando se compara con la escasa información en torno a la tumba de Moisés ("nadie conoce el lugar de su sepultura hasta hoy." Deuteronomio, capítulo 34 versículo 6).
En ninguna parte se ha instruido a Abraham que entierre a su esposa en un lugar específico, ni se le ha informado acerca de rituales de luto. Siendo este el primer trato con un entierro en el Tanaj, Abraham actúa por su cuenta careciendo de toda instrucción divina. En lugar de ritual su acción es una declaración de profunda humanidad.
"Un funeral, tal como las ceremonias de nacimiento y matrimonio," dice Somni Sengupta, quien cubre las Naciones Unidas para el New York Times, "significa que una persona pertenece a alguna parte, lo que es una especie de definición de ser humano."
David Rosenberg, el ex redactor en jefe de
la Jewish Publication Society hace notar que aquí no se invoca una vida en el más allá y no hay declaración de religión triunfante alguna. Dios se ha retirado, y en su lugar Abraham es dejado para que negocie la supervivencia de la historia de su familia.
El objetivo de Abraham, tal como es repetido reiteradamente a lo largo del capítulo, es la sepultura de su esposa. Para poder hacer esto debe poseer un trozo de propiedad.
Debe tenerse en cuenta la ironía de que el hombre a quien se le ha prometido a él y a su descendencia toda la tierra, deba recibir permiso de la población local y pagar una gran suma de dinero a fin de obtener un simple lote para enterrar a sus muertos.
Jerold S. Auerbach, profesor emérito de historia en la Universidad de Wellesley, hace la reflexión que una vez que la propiedad pasa a manos de Abraham, comienza la historia judía en tierra de Israel.
La importancia de la compra de la tierra del entierro, de ahí su relato detallado, radica en el hecho de que una vez que los patriarcas tomaron posesión de una pequeña franja de la tierra, su lugar de entierro, cesaron de ser residentes temporarios en una tierra que no les pertenecia. Más aun, esta adquisición de tierra se convirtió en un testimonio de la fe de Abraham en la promesa de una herencia futura.
En la medida en que la vida de Abraham señala el comienzo de algo más que la historia judía, se trata del comienzo de una cultura de responsabilidad, es decir la habilidad de responder a las demandas de la vida.
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