Moisés, las Tablas de la Ley y la cábala
Cuando Moisés subió al monte Sinaí, rodeado de nubes fantásticas y cara al infinito, Dios le entregó las Tablas de la Ley, eso es lo que afirma el Pentateuco. Los cabalistas, por su parte, sostienen que Moisés recibió del cielo, además de las Tablas, conocimientos peligrosos y secretos que no se deben transmitir oralmente más que al que se muestre realmente digno de ello. Remontándonos todavía más lejos, algunos pueden ver en la cábala las misteriosas instrucciones dictadas a Adán durante su sueño, que le permitieron dar nombre a toda la creación. La cábala (= tradición) es la filosofía.del poder infinito de la palabra, del sonido al hombre a su imagen y construyó el mundo llamando a cada cosa por su nombre; el cabalista se erige en imitador de Dios, un imitador legítimo, puesto que es la imagen de Dios y puesto que de Él ha recibido el don que le permite, a su vez, crear. Esta búsqueda de la utilización práctica de la palabra sirve lo mismo para leer el porvenir como para manipular realmente las energías vibratorias secretas para fines realmente útiles o pata crear, según la leyenda, a seres robotizados al servicio de su demiurgo: los golems, que constituyen el aspecto activo de la cábala.
Sin embargo, también implica un revés especulativo, un misticismo tendente a descubrir, a través de la interpretación de las Escrituras y de la meditación sobre el sonido y el nombre, la trama del Universo y del destino de los hombres.
El Ein Sof (el infinito, lo innombrable) se afirma; revelándose a la humanidad se convierte en Shekinah (presencia de Dios y de su parte femenina) que se ocupa de la creación, su producto. La creación es fruto de un descenso progresivo de lo divino que, sin embargo, no pierde nunca su propia unidad ni su trascendencia en una serie de inteligencias puras, indisociables de lo divino, hasta que se concreta en la materia.
Así, el cosmos se estructura como un inmenso organismo, el sendero trazado en el que toda inteligencia divina (Sefira: plural Sefiroth) se halla en comunicación con la precedente de la cual recibe, y con la siguiente, a la que da, hasta el paso final: el contacto con nuestro mundo.
Las diez Sefiroth, unidas unas a otras por senderos impuestos que indican su interdependencia, y representadas por la estructura simbólica de un árbol, de un hombre (Adán Cadmón) o de un candelabro de siete brazos, siguen un riguroso orden. Cada letra del alfabeto hebreo corresponde, exactamente - como en el “lenguaje cifrado-” a un número, pues los judíos, los griegos y los árabes utilizaron hasta la invasión de las Indias (hacia el año 1500), de donde fueron importados los números, el mismo signo gráfico para indicar un sonido o una cantidad. La Guematría, el más elemental de los sistemas cabalísticos para descifrar el sonido, consiste en desplazar entre sí palabras compuestas de signos diversos, pero cuya suma
es igual al mismo valor numérico.
El No Tankón, de donde probablemente se deriva la moda de los acrósticos que hizo furor hace dos siglos, crea palabras nuevas a partir de las letras iniciales o finales de los términos que componen una frase, o al revés, saca una frase de una sola palabra. Finalmente, la Temurah sustituye una letra por otra en función de combinaciones alfabéticas (Tzirufim). ¿Cuál es el fin de esta labor inmensa y aparentemente irracional? Crear dos niveles de comprensión de las Escrituras: uno exotérico, la habitual fábula bíblica de uso popular, y otro esotérico, tejido de símbolos y de nombres divinos y accesibles únicamente a los iniciados.
Estos nombres divinos, secretos, impronunciables, esos sobrenombres ocultos de los espíritus y de los demonios, son de hecho instrumentos mágicos: evocándolos, el teurgista gobierna el universo y reconquista, recobrando progresivamente la armonía perdida, el jardín del Edén del que fue expulsado.
Hoy en día es extremadamente difícil o prácticamente imposible dar una aplicación práctica a la cábala. Un método, el más sencillo, podría ser la utilización con fines exclusivamente talismánicos de los famosos cuadrados mágicos, cuadrilaterales: si se suman las letras leídas horizontalmente, verticalmente o en diagonal, siempre se obtiene el mismo número, una cifra mágica que corresponde al planeta al que pertenece. La tradición cabalística del talismán, codificada hacia el año 1400 por Abramelin el mago, nos ha legado infinidad de cuadrados mágicos, algunos ligados a los planetas, otros asociados a demonios y espíritus, y todos dotados de los más diversos efectos. Estando dotados del inmenso poder del número, parece que actúan como catalizadores de fuerzas capaces de atraer sobre e! portador el efecto deseado. Pero trataremos este tema con más detalle en el último capítulo de este libro.
Una práctica cabalística sugiere, siempre y cuando el hebreo no sea totalmente desconocido, hacer corresponder a cada una de las cifras de una fecha con la letra correspondiente, teniendo en cuenta el hecho de que el calendario judío arranca desde 3760, año de la creación.
La cábala representa la suma de todo el saber secreto, la preciosa reina de lo Oculto, tan preciosa que la escondieron y se perdió. Cada adepto del esoterismo conserva en el fondo la esperanza de encontrarla de nuevo, algún día. La verdadera cábala, abarca la naturaleza de la divinidad, la cosmogonía, la creación de los ángeles y el hombre, sus destinos y el significado de la verdadera ley. Se considera doctrina filosófica mística.
Según el contenido del libro Zohar (resplandor), Dios se manifestó gradualmente mediante emanaciones. Un Dios que está por encima de todas las cosas, es infinito y por eso se llama En Soph.
Es el espacio del Universo conteniendo el todo (aunque el universo no es su espacio). Para nuestra inteligencia es incomprensible y desconocido. El gran espacio que llenaba estaba colmado de luz resplandeciente. Dotado del poder de crear, procedió a producir la masa del Universo.
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