Por todos los muertos inocentes y solamente por ellos Autor: Por Bernardo Ptasevich
Las guerras, los atentados suicidas, las bombas ocultas entre la multitud que sólo buscan la muerte de cualquiera que esté cerca, han producido en estos días y en toda la historia de la humanidad infinidad de muertos. Como en la ruleta rusa y sin motivos especiales que nos hagan elegibles, cualquiera de nosotros puede ser la próxima víctima.
Cientos de miles de personas en todo el mundo han muerto en ese juego perverso de violencia sin fin como si la vida humana no fuese importante, como si se tratara de algo descartable que se puede reponer y de estadísticas de población que no se modificarán demasiado. Los episodios pasan cada día, en cada rincón del planeta, a tal punto que ya parece algo cotidiano abrir el diario y tener un titular que nos indica el número de muertos de la jornada asemejando a la cotización del dólar o las acciones de la Bolsa fr Valores, o sea una información estadística más.
Pero detrás de cada muerte hay una historia, una vida única e irrepetible, una familia destrozada que debe seguir viviendo y conviviendo a veces con los propios asesinos ya que no siempre la muerte la causa un país enemigo o lejano. Al día siguiente de cada tragedia todos los mecanismos cotidianos continúan funcionando, no sólo en la comunidad de los afectados, también en la de los victimarios.
Morir en cumplimiento del deber, en defensa de los ideales o del país al que uno pertenece es un honor. Morir sin saber de dónde cayo la maldición, sólo por caminar en la calle o estar en el sitio equivocado en el momento también equivocado es una estupidez, la estupidez de la raza humana que compartimos. Recordemos a todas las víctimas civiles de cualquier parte del mundo, los que no participaron en ningún conflicto bélico, los que no tomaron un arma para amenazar ni agredir e incluso para defenderse, los que simplemente ganaron el primer premio de la lotería pero al revés y entregaron su vida sin poder elegir.
Una vida tiene un valor incalculable, no se mide en dinero ni en cosas materiales y es una pérdida para la humanidad toda. Los judíos tenemos una historia de muertos sin justificación, desde el Holocausto y hasta nuestros días. En Israel recibimos cohetes diarios que por suerte no son muy precisos pero hemos recibido atentados que se llevaron la vida de muchísima gente y la ilusión de muchísimas familias, que han provocado gran sufrimiento. Quizás por ello tenemos desarrollado un gran sentido humano hacia los familiares de las víctimas, tratamos de recordarlos con homenajes, tenemos sus fotos en nuestras escuelas, hablamos de ellos a nuestros hijos y la comunidad.
Lamentablemente no podemos devolver la
vida ni reponer la felicidad a sus familias, pero no somos de esos a los que nada le importa. Nuestros soldados que son nuestra propia familia cumpliendo el deber de defendernos exponen su vida a cada momento. Tenemos entre ellos muchos caídos con honor que han entregado su vida por una causa que todos nosotros creemos justa. Dentro de cada uniforme hay también un ser humano, hay también una historia y hay después de cada desgraciado suceso una familia que sufre. Es que la muerte no puede tener nada de positivo. En estos momentos podemos ver en Libia y en otras partes del mundo como se están matando personas que no tienen nada que ver con la guerra que se está librando. Los combatientes de uno y otro bando saben que se están exponiendo a la muerte, tratan de causar la del oponente y corren grandes riesgos de perder la suya. Por el motivo que sea ellos han elegido ese camino. Sólo con mirar cómo se entra a una ciudad a sangre y fuego nos daremos cuenta de los miles de inocentes que caerán sin haber tenido participación ni haber tomado decisión alguna. Basta escuchar los discursos del coronel Kadafi para saber que morirán miles de inocentes. El no sólo quiere eliminar a los rebeldes que se alzaron en armas contra su Gobierno y su dictadura interminable, quiere matar a todos los que no lo aman y también a todos los que no acaten sus órdenes o no acepten vivir bajo sus condiciones. Como un león enjaulado lanza su furia contra cualquier objetivo civil sin importarle la vida como nunca le ha importado. Es un terrorista que tiene en su haber atentados que la comunidad mundial nunca debió perdonar. Ahora amenaza a cualquiera que ose pasar por el Mediterráneo, lo que incluye cruceros con turistas o embarcaciones civiles; todo es válido para saciar su sed de matar.
La comunidad internacional se ha decidido y está tratando de poner fin al Gobierno libio aunque declaren que ese no es su objetivo. Puede ser que en sus ataques también provoquen alguna victima civil. La ecuación guerra víctimas inocentes funciona sin importar de donde vengan los disparos. En otros países de la región también se están produciendo matanzas de civiles sin discriminación mientras los mismos que hoy llegaron a Libia miran hacia otro lado.
El poder parece tener licencia para matar. Estamos inmersos en una espiral interminable, un circulo de muertes en vano de miles de seres humanos que jamás serán repuestos.
Para aquellas personas que cerraron sus ojos sin saber por qué y cuyo único pecado fue nacer y vivir en el sitio atacado, mi pequeño homenaje y mis disculpas de que el mundo siga andando sin ellos como si nada hubiese sucedido
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