Entre el sionismo y el bundismo de Marek Edelman Autor: Tzila Chelminsky
Recientemente falleció Marek Edelman, el último sobreviviente entre los líderes del levantamiento del Ghetto de Varsovia en 1943. La prensa israelí describió la vida de este notable comandante judío y su participación en la lucha armada de ese levantamiento; lo que llama la atención es que aunque Moshé Arens lo llamó “el ultimo bundista” no se escribió sobre el Bund: qué tipo de partido político fue y qué importancia tuvo en la vida de los judíos en Polonia, Rusia e inclusive Lituania hasta los inicios de la Segunda Guerra Mundial.
Los alemanes establecieron el Ghetto de Varsovia en noviembre de 1940, y en 1942 Edelman fue uno de los fundadores de la secreta Organización de Combate Judío. Los planes de resistencia fueron implementados en abril de 1943, cuando los nazis decidieron liquidar el Ghetto enviando a los 60.000 judíos restantes a campos de exterminio como Treblinka, Maidanek y Sobibor. Pero en ese abril las bien entrenadas tropas alemanas se encontraron con la feroz resistencia de unos cuantos cientos de jóvenes, quienes casi sin armas decidieron pelear antes que morir en las cámaras de gas. La resistencia duró tres semanas, tras las cuales los alemanes destruyeron el Ghetto hasta sus cimientos.
Este levantamiento fue el primer acto de resistencia civil armada en gran escala contra los alemanes en la Polonia ocupada. Edelman fue el comandante de la unidad instalada en una fábrica de cepillos y después de la muerte de Mordejai Anilewitz, el comandante en jefe, fue uno de los tres subcomandantes y líder del levantamiento.
Al fracasar la rebelión Edelman logró huir al igual que otros luchadores fuera del Ghetto, a través del sistema de desagüe.
Se enlistó en las filas de la resistencia polaca y en 1944 participó en el levantamiento de Varsovia, en el cual se trató, sin éxito, de liberar a la capital polaca de la ocupación alemana. Edelman se quedó en Polonia y se recibió de médico, pero en 1968 fue despedido del hospital militar en el cual trabajaba, cuando surgieron las sombras del pasado y la pequeña comunidad judía en Polonia se encontró en medio de una “cacería de brujas” antisemita.
En 1970 se enlistó en el Comité de Defensa de los Trabajadores, origen de lo que posteriormente sería el primer movimiento pro democrático tras la cortina de hierro: el sindicato “Solidaridad”.
Fue encarcelado por el régimen comunista junto con otros disidentes, entre los que se encontraba Lew Walensa. A pesar de que en numerosas ocasiones las autoridades del país se manifestaron hostiles y desconfiadas hacia sus ciudadanos judíos, Edelman siempre consideró a Polonia como su patria y permaneció en ella hasta su muerte, aun cuando su esposa e hijos emigraron a Francia y la mayoría de los sobrevivientes del levantamineto del Ghetto escogieron venir a Palestina, Muchos de ellos son los que fundaron y vivieron en el kibutz “Luchadores del Ghetto” en la Galilea.
Edelman fue fiel a la ideología socialista judía del Bund hasta su muerte. El movimiento bundista fue olvidado totalmente por los historiadores sionistas del levantamiento. El monumento al levantamiento erigido en Varsovia en Mila 18 (asi como en Yad Vashem en Jerusalén), destaca a Mordejai Anilewitz, Antek Zukerman, Tzivia Lubetkin y los combatientes que llegaron a Israel. Ni una sola palabra sobre el movimiento bundista. Son los ganadores los que escriben la historia, y la creación del Estado de Israel es la prueba palpable.
¿Qué fue el Bund y por qué tanto inspiró a sus seguidores? Fundado en Vilna en 1897 con el nombre de “Unión de Trabajadores Bund” (entendiéndose como Federación o Unión), su objeto era incluir a todos los trabajadores judíos en un Partido Socialista secular dentro del Gran Imperio Ruso. En esa época este imperio incluía Lituania, Letonia, Bielorusia, Ucrania y la mayor parte de Polonia y vivían en él casi 11 millones de judíos. Durante algún tiempo fue el Partido Socialista más grande en Rusia, que posteriormente se separó en las ramas menshevike y bol-shevike. Mantenían una impresionante prensa en varios idiomas y sus activistas se contaron entre los mejores organizadores de huelgas industriales y demostraciones políticas. Dentro de una Rusia socialista y democrática, esperaban que los judíos fuesen reconocidos como nación con estado de minoría legal. Pero por haber estado aliados a la rama menshevike, fueron acusados por Lenin de ser “traidores a la clase trabajadora”.
Desde su fundación, el Bund se esforzó por llegar a las masas del proletariado judío surgido como consecuencia de la revolución industrial y luchó por mejorar sus horas de trabajo sobre todo en las industrias de tejido, textil, tabaco y sastrería. Eventualmente los líderes llegaron a la conclusión de que los trabajadores judíos podían y debían crear su propio movimiento socialista, puesto que tenían demandas y características que les eran peculiares sólo a ellos.
Por eso había que unificar a las masas trabajadoras judías y dotarlas de una conciencia política revolucionaria. Para llegar a las masas tanto en forma oral como escrita, se decidió sustutuir el ruso por el ídish. Con ello lograron un fuerte renacimiento tanto del idioma como de la literatura. La inteligencia judía fue llamada a abandonar su “desconfianza de las masas judías” y su “pasividad nacional”, y ayudar al establecimiento de una organización de trabajadores judíos para llevar a cabo una “lucha política” con objeto de obtener la emancipación de todos los judíos.
Esta organización debería asociarse con el proletariado no judío y con los movimientos laborales rusos sobre una base de igualdad, pero no de integración dentro del movimiento laboral general. Y a pesar de que el principal ideólogo, Vladimir Meden, pugnaba por una política neutral, esta dualidad fue la causa de las diversas oscilaciones ideológicas a lo largo de la existencia del Bund.
A principio del siglo XX y a raíz de los diversos pogroms, el Bund fue uno de los principales promotores y organizadores del movimiento de auto-defensa para combatir a los perpetradores de los mismos.
Debido a la Revolución de 1917, una considerable emigración de sus miembros redujo sus rangos. Por ello se concentraron en actividades de tipo cultural como la organización de sociedades musicales y literarias, cursos nocturnos y círculos drámaticos. Se convirtieron en los abogados totales del “idishismo”. Pero siguieron actuando políticamente y lucharon contra el boicot polaco y el despido de trabajadores judíos. Organizaron una bien lograda huelga de protesta en contra del juicio Beilis. Revivieron sus periodicos: Lebns Fraguen y Tzait (“Cuestiones de Vida” y “Tiempo”).
En 1921 crearon con enorme éxito la “Organización Central de Colegios Idish”. Aunque en un principio el Bund se opuso al estudio del hebreo, modificó su actitud con respecto a las fiestas tradicionales y el estudio de la historia judía.
A pesar de su oposición al sionismo y a la ortodoxia religiosa, colaboraron en numerosas ocasiones con otros partidos laboristas como el sionista Poalei Tzion, tanto en eleciones municipales como para el Parlamento polaco. El Bund polaco logró su mayor influencia entre 1936 y 1939. De un partido sectorial se convirtió en el que contó con el apoyo de la mayoría del judaísmo polaco. Su éxito logrado en las elecciones municipales se debió no tanto a su ideología socialista, como al papel que jugó en luchar contra el antisemitismo tanto del Gobierno polaco como del público en general después del ascenso de Hitler al poder.
Durante la ocupación nazi de Polonia, muchos líderes bundistas abandonaron el país hacia Norteamérica para ayudar a sus camaradas. El Bund jugó un papel importantísimo en el movimiento de resistencia, uniéndose a todos lo partidos, inclusive los sionistas, a pesar de una larga historia de enfrentamientos ideológicos. Zygelbojm se unió al Consejo Nacional del Gobierno polaco en el exilio en Londres. Su suicidio en 1943 fue un símbolo heroico de identificación con los mártires judíos y una protesta contra el silencio y la apatía general ante la aniquilación judía.
Activaron también entre los refugiados polacos en la Unión Soviética. Dos de sus más importantes lideres, V. Alter y H. Ehrlich, fueron ejecutados durante las purgas stalinistas acusados de espionaje.
Antes de la Guerra, el Bund era el mayor partido partido político de izquierda en Polonia y mantenía relaciones con el Partido Socialista polaco, la Segunda Internacional Socialista y las Uniones de Trabajadores en los Estados Unidos. De hecho fue el “Tzukunft” (“Futuro”), la organización juvenil bundista, la encargada de la mayoría de las actividades subversivas del partido, especialmente en los campos de la cultura, educación y publicaciones. Aunque grupos sionistas como el Hashomer Hatzair, Dror Hejalutz, Gordonia y otros, realizaban un trabajo similar, se trataba de grupos juveniles sin nexos institucionales con los partidos políticos. Es más; su actividad estaba concentrada exclusivamente en preparar a sus miembros para su aliá a Palestina, por lo cual sus contactos con organizaciones no judías eran limitados.
El Holocausto destruyó la posibilidad de actividad política judía del Bund en la Europa Oriental.
Después de la Guerra, los sobrevivientes emigraron y mantienen organizaciones inspiradas en el Bund en Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, Francia, Sudáfrica, los Estados Unidos e increíblemente también en Israel. Su organización “Brit Avodá” sigue trabajando y saca un periódico trimestral llamado “Lebns Fraguen” (Cuestiones de Vida).
En México tuve contacto con el reducido grupo bundista. Trabajaban principalmente en los patronatos de colegios, en el seminario de maestros y en actividades culturales. Confieso que algunos de mis mejores maestros fueron bundistas.
Marek Edelman recibió los más altos honores en Polonia así como doctorados honoríficos de las Universidades de Yale y la Libre de Bruselas: en el 65 aniversario del levantamiento del Ghetto de Varsovia recibió la medalla de la Legión de Honor francesa, sin obtener ningún reconocimiento israelí, quizá por su posición “anti sionista”.
Recuerdo que estuvo en Israel hace algunos años con motivo de la publicación de su libro en hebreo. En el acto llevado a cabo en Beth Hatfutsot se veía distante, amargado; deliberadamente, creo, habló en polaco y no en idish.
“Pero, la historia sigue adelante, implacable. Existe hoy el Estado de Israel, y sólo en él hay un proletariado judío; ya no existe una cultura idish floreciente. No es pues necesaria una actividad independiente ni luchar por derechos civiles judíos. No hay más lugar para el Bund”.
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