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El pequeño pueblo burgalés de Castrillo Mota de Judíos, en España, se hermana mañana con la localidad israelí de Kfar Vradim en un acto lleno de simbolismo con el que busca profundizar su relación con el legado de sus antepasados judíos y hacer una apuesta de futuro por el desarrollo rural.
De apenas 65 habitantes, la población española era conocida hasta 2015 como Castrillo de Matajudíos y tras un referendo popular y la aprobación de la Junta de Castilla y León, recuperó oficialmente su denominación original, una medida que su alcalde, Lorenzo Rodríguez, considera una apuesta de futuro.
"Matajudíos era un término ofensivo y suponía una losa que nos ha tenido apartados e impedido crecer", aseguró el regidor e impulsor de una iniciativa que ha propiciado la realización de excavaciones de la mota y el hermanamiento con una población israelí que, como él, tuvo también que romper moldes para salir adelante.
"Este pacto surge del coraje de las personas, de la valentía del alcalde para cambiar el nombre después de tantos años, y que caracterizan también a nuestra localidad", afirma por su parte el intendente de Kfar Vradim, Siván Yehyieli,
En el extremo norte de Israel, a 14 kilómetros de la frontera con Líbano, esa población nació en 1979 de la revolucionaria visión que tuvo el empresario Stef Wertheimer para promover un cambio social y económico.
Era entonces una de las zonas más austeras del país, y se ha convertido hoy en una exitosa localidad con un parque tecnológico de reconocido prestigio internacional, que da trabajo a árabes y judíos y un nivel socioeconómico muy por encima de la media nacional.
"Surgimos de una apuesta por la tolerancia y una visión liberal", destaca Yehyieli antes de encontrarse con su colega burgalés.
El inusual hermanamiento entre dos localidades que poco tienen en común, avalado por el Centro Sefarad-Israel y el Ministerio israelí de Exteriores, no sólo culmina un proceso para reivindicar el pasado sefardí de Castrillo, sino que busca simbolizar el acercamiento entre los pueblos dentro del respeto y la tolerancia, y favorecer el desarrollo de las zonas rurales despobladas.
Yehyieli asegura en ese sentido que
la experiencia de su localidad, hoy con más de 6.000 habitantes, puede servir de ejemplo al pueblo castellano, cuya bandera y escudo -con una estrella de David- recuerdan curiosamente a la israelí.
El cambio de nombre ya ha propiciado el desarrollo de proyectos de recuperación patrimonial y la creación de la Asociación Cultural Mota de Judíos, pero el objetivo a largo plazo es la construcción de un Centro de Interpretación de la Cultura Sefardí en la comunidad de Castilla y León.
"El Ayuntamiento está en la ruta Jacobea y queremos hacer un centro de interpretación, un lugar donde se pueda estudiar la historia. No tenemos aún las infraestructuras necesarias pero seguiremos creciendo", asegura Rodríguez.
Explica que su pueblo desciende de una antigua judería fundada durante el reinado de Sancho III de Castilla, en el siglo XI, cuando varios judíos despojados de sus bienes y expulsados de sus casas se instalan en una pequeña "mota" a 2,5 kilómetros de Castrojeriz, centro de poder de la época.
En las excavaciones allí se han encontrado restos de una gran construcción, dos fragmentos de candelabros judíos y un aplique de hierro con forma de estrella que probablemente fue soporte de una madera o puerta.
Tras el Edicto de Expulsión de 1492 de los Reyes Católicos, que obligaba a los judíos a convertirse o abandonar España, los conversos se instalaron en el actual Castrillo, a unos 300 metros del montículo, "seguramente porque eran conscientes de su lugar de procedencia y querían seguir manteniendo relación con sus antepasados", dijo el arqueólogo del proyecto, Ángel Palomino.
Conocido en la Edad Media como Castrillo de los Judíos, los documentos históricos indican que la versión de "Matajudíos" data de 1627, y responde probablemente a la presión ideológica que tanto la Inquisición como la sociedad castellana de la época ejercieron sobre los descendientes de los conversos.
La búsqueda por el pasado judío no se ha librado de la oposición de algunos intolerantes -"no del pueblo, sino de los alrededores", según Rodríguez- en forma de pintadas y empapelados antisemitas, el más reciente el mes pasado cuando los carteles de entrada y salida del municipio fueron rociados con referencias que apelaban al viejo y ofensivo nombre del lugar. EFE
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