JUDAISMO HUMANISTA

O Judaismo Humanista é a pratica da liberdade e dignidade humana

Si lo que Hertzl hizo hace más de cien años fue imaginarse un Estado judío, entonces nosotros debemos redefinir qué es esa cosa llamada Sionismo, observar hacia dónde estamos llevándola e intentar ya mismo desligarla de todo lo que hoy en día está significando, pues, si no, tendremos que resolver la siguiente encrucijada: o un Israel no judío –que seguramente no se llamará más Israel- o un Israel no democrático –que, vale decir, nada tendrá que ver con los jalutzim, con Pésaj, con Exodus o con todo lo que aprendimos durante nuestra milenaria y obstaculizada historia. Es que, si todo sigue como va, lamentablemente no habrán otras opciones que estas.

En estos días, intelectuales de la talla de Shlomo Avineri, de Shlomo Ben Ami, de Amos Oz, de Edy Kaufman, o, incluso, iniciativas por parte de ex jefes del Shin Bet, del Mossad o del Tzahal, resultan, para los “sionistas”, “traidoras a la patria”. Para ellos, éstos son tan solo “difamadores de Israel”. Haaretz también. Yo también. El movimiento al cual pertenezco, Habonim Dror –el movimiento juvenil sionista no religioso más grande del planeta, y el cual fue creado justamente para crear el Estado de Israel-, también.

Es que cualquier “opositor” a la unívoca palabra “sionismo” – la cual, en cuanto ellos mantengan su monopolio, se traducirá en recalcitrante, intransigente, narcisista, mitológica y absolutamente peligrosa para la continuación de un Estado judío y democrático-, no será más que un predecible desleal que se extravió del camino.

Esto es, mientras éstos sigan poseyendo la hegemonía de la theoria del sionismo, y mientras su paradigma sea impenetrable, lo único que estará asomándose al devenir de la historia será el génesis de su fin; o, al menos, el de su contenido. La crítica y la diversidad de opinión acerca de las políticas del gobierno israelí (no confundir con las que critican el “concepto" del Estado de Israel) está siendo deslegitimada por los “sionistas” con una firme y tajante respuesta: “antisionsimo”; o, en su defecto, “antisemitismo”, “judeofobia”.

El peligro de esta tergiversación del vocablo “Sionismo” radica en que hombres como Netanyahu o como Lieberman, son, para ellos, “brillantes”. En otras palabras, si por brillante entendemos conducir el sueño sionista hacia el ocaso, y acompañar al renacido hogar nacional judío hasta enterrarlo en el cementerio, entonces, pues, sí… es brillante.

Siguiendo, su constante aplauso -el de esta “parte” del movimiento que se autodenomina el “todo”- es hijo de un nacionalismo tan duro como desafiante de las fuerzas de la naturaleza. Como únicos dueños de la verdad, los “únicos” sionistas de este mundo, aquellos cuya legitimidad la tiene Diós y el pasado, y que con ello justifican su indiferencia con respecto al futuro, sin fundamentos más que el de “ser el pueblo elegido”, no sólo que se olvidan de mirar hacia delante o hacia el mundo real en el que viven, sino que tampoco escuchan. Son sordos, ciegos y la realidad no les importa; ellos ya la tienen “escrita” desde antaño. Y ya sabemos cómo terminan los extremos así de testarudos y así de intolerantes: no es siquiera necesario recordar las experiencias que la historia nos ha ilustrado en tan diversas oportunidades.

El sionismo recalcitrante ha deslegitimado, además, al más legítimo de los derechos de los individuos: a la libertad. Y no sólo por medio del fomento de investigaciones a ONG’s pro-paz, o por identificar “jalutziut” únicamente con el continuo poblamiento de lo que destruye cualquier esfuerzo hacia la paz, o con equis o cual discurso; sino que también, lo han hecho a través de estrategias tan terribles como la de comenzar a acabar con la Ley del Retorno hacia Israel para inventar una nueva: la del Regreso al Exilio.

Hacia allá vamos. No es cuento.

Tampoco piensen que es sólo un problema de la interna israelí; todo lo contrario. El Movimiento Sionista está desorientado a nivel global. Está sufriendo el síndrome de “nacionalismos-porfiados” así como lo están sufriendo algunos países europeos; y su vuelco es tal que casi no logra reconocerse a si mismo. Esto puede verse desde la formación del gobierno más inflexible de la historia de Israel hasta hechos de intolerancia en el seno del Movimiento Sionista en Montevideo: entre otras cosas, en los albores de una conferencia que dictaría un eminente académico sionista-israelí, y debido a que su mensaje traería críticas al ya citado dogma anti-refutable, (en condición de “antisionista”), su actividad debía boicotearse, y sus organizadores deberían dar explicaciones al respecto. Aunque ésta no se canceló, el intento de boicot es metáfora de esta polarización del sionismo mundial hacia una sola manera posible de concebirlo.

Si seguimos por este camino, como ya fue dicho, el exilio nos espera. Ya no habrá ni diáspora ni sueño que valga. El tipo de sionismo que desde sus comienzos ha sido judío, humanista, pluralista, democrático y crítico, está siendo deslegitimado. Ya no vale. Ha sido víctima de la mayor amenaza contra aquellos que aún continúan teniendo esperanzas de que la paz algún día reine Ierushalaim, Tel Aviv y Nahariiya. En otras palabras, el creer que el Sionismo extremo puede acabar con el anhelo del resto del movimiento, es decir, con el de un Israel judío, democrático, justo, reluciente, pero por sobre todo verídico, cierto y real, es, quizás, permitido para quienes sólo piensan en el hoy a costas del mañana.

Pero para todos aquellos que sí desean un Israel que brille por su excelencia universitaria, por su transparencia, por su justicia, por su capital social, por su alto nivel de innovación, por su libertad de expresión, por seguir siendo el país con mayor cantidad de voluntarios per cápita del mundo, por ser democrático y judío a la misma vez, y por poseer futuro propio, entonces no puede ni siquiera tolerarlo.

Y por supuesto, esto también vale para los que quieren una diáspora libre en cuanto a pensamiento y libertad de conciencia se refiere.

En fin, para lograrlo, no es necesario copiarle el modus operandi a quienes nos han opacado con soberbia. Alcanza con sacar a la luz que en el Sionismo existen diferencias, y que, por lo tanto, acá estamos: nosotros también somos parte de ellas. Y sí. También tenemos algo que decir.

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