JUDAISMO HUMANISTA

O Judaismo Humanista é a pratica da liberdade e dignidade humana


El Kibutz Hoy
Es difícil referirse al kibutz como una entidad homogénea ya que existen cientos de ellos a lo largo de Israel y es casi imposible encontrar dos que posean las mismas características. Sin embargo, en términos generales se puede definir al kibutz como una organización de personas que habitan en una zona rural y que llevan un estilo de vida basado en los principios del socialismo y del judaísmo laico (cabe mencionar que también existen kibutzim religiosos).

El número de integrantes varía de entre 50 (o menos) a 600 miembros que llevan una vida comunitaria con muchas particularidades, como por ejemplo, existe un comedor común que es de todos y los encargados de mantenerlo son los mismos integrantes del kibutz que se turnan los cargos. La mayoría de los kibutzim, aparte de las actividades agrícolas, poseen fábricas de algún tipo que son las principales fuentes de ingreso.

Los que trabajan fuera del kibutz entregan su sueldo, el que es redistribuido entre todos los integrantes del kibutz (javerim) de manera que todos reciben aproximadamente lo mismo, en función de sus necesidades.

Finalmente cabe destacar la gran importancia que tiene la educación en el kibutz, donde existen escuelas excelentes y además el kibutz financia los estudios universitarios de aquellos que, terminado el ejército, quieren seguir viviendo como javer kibutz.

Originalmente, los kibutzim se formaban para trabajar la tierra y transformar los pantanos y desiertos en tierras cultivables. El estilo de vida socialista (sin propiedad privada, sin autoritarismos y donde todos dan según sus posibilidades y reciben según sus necesidades), surgió de forma casi espontánea entre los jalutzim que llegaban a colonizar la tierra prometida.

Con el transcurso de los años el kibutz pasó a constituir una microsociedad socialista inmersa en la sociedad israelí que es capitalista. Sin embargo hubo toda una transformación al llegar el cambio generacional en el kibutz. Los fundadores eran básicamente sionistas y estaban dispuestos a trabajar día y noche para formar el estado de Israel. Una vez que el estado se consolidó y también los kibutzim, comenzó un proceso de transformación del kibutz que todavía continúa.

Esta transformación o evolución es consecuencia de la influencia que tiene la sociedad israelí en la microsociedad kibutziana y, en mi opinión, tuvo dos frentes de acción.

Por una parte la caída del muro de Berlín, el predominio mundial del capitalismo en el mundo y principalmente el desprestigio del comunismo provocaron en los javerim antiguos del kibutz una especie de desencanto por el estilo de vida socialista. Si le sumamos a esto el hecho de que a los 20 años las comodidades y el confort dan lo mismo pero a los 60 sí que importan, obtenemos una auténtica necesidad por mejorar el nivel y la calidad de vida por parte de los javerim del kibutz. Si además consideramos la crisis económica generalizada que sufren los kibutzim debido a la baja rentabilidad de la agricultura, al mal manejo en otros años y a lo poco favorable para los kibutzim de las políticas llevadas a cabo por algunos gobiernos de derecha, obtenemos que el javer kibutz ve con preocupación el hecho de no poder mantener un nivel de vida con las suficientes comodidades en comparación con lo que la ciudad puede ofrecer.

El otro frente de acción recae en los niños del kibutz, quienes nacieron en un ambiente consolidado, crecieron en la casa de los niños visitando a sus padres unas horas al día, gozando de esta sociedad igualitaria como si todo el mundo fuera así. Sin embargo al rededor de toda esta libertad están los límites del kibutz y afuera la ciudad, que los atrae con mucha fuerza. Es así como después de hacer el ejército, la mayoría de los jóvenes se van a vivir fuera del kibutz aunque muchos regresan para quedarse en forma definitiva.
El kibutz hoy en día es más heterogéneo y en él se pueden ver toda clase de personas. Básicamente existen los javerim kibutz, que son los miembros del kibutz, propiamente tal, los voluntarios, que son extranjeros que se vienen a vivir al kibutz por un tiempo (seis meses o un año), los asalariados, que son empleados del kibutz y vienen a realizar trabajos puntuales y por último los que viven en el kibutz temporalmente. Este último grupo esta formado por inmigrantes recién llegados a Israel, postulantes a ser javer kibutz y turistas.

Pese a todas las falencias y problemas que presenta el kibutz, si bien no es la materialización del socialismo utópico (ni pretende serlo), para muchos la vida kibutziana sigue siendo la mejor alternativa existente en un mundo lleno de egoísmos, guerras e injusticias. El kibutz aparece como un bastión del humanismo diciendo que el hombre vale por lo que es y lo que hace y no por lo que tiene. Así, mientras siga habiendo gente que encuentra injusto que un obrero tenga un nivel de vida 50 veces menor que el gerente de la empresa que lo contrató, el kibutz seguirá siendo una opción de vida vigente.
ESTE SÍMBOLO DEL igualitarismo socialista, ¿se habrá transformado en burla de sus propios principios?

En la cumbre de su auge productivo en los 60, el kibutz constituyó apenas el 3% de la economía israelí, y el porcentaje ha disminuido a poco más del 2% en el presente. Hoy en día, Takam, la unión kibutziana del movimiento laborista, y Artzi, de índole más izquierdista, han unido sus fuerzas para evitar su derrumbamiento. Sin embargo, ambos se mantienen gracias a la subvención gubernamental. En 1972 Jean Paul Sartre alabó al kibutz como atalaya del socialismo en el mar de regímenes feudales de Medio Oriente. Él creyó que la granja colectiva, fruto del pensamiento ideológico marxista-sionista de los albores del siglo XX, señalaba el camino del porvenir. Pero en el 2003, más del 60% de los jóvenes nacidos en el kibutz lo abandonan antes de cumplir los 30. Nuevas familias llegan, pero la continuidad se ha convertido en un desafío.

Otro reto que escuece más son los cultivos, pues la declarada meta del kibutz fue fomentar la autosuficiencia agrícola. Irónicamente, dos difíciles milenios en la diáspora judía han transformado al pastor-agricultor de la Biblia en un ser irremediablemente urbano. En el kibutz Lotan, en el sur del país, obreros procedentes de Tailandia realizan labores como la cosecha: tareas que son desprestigiadas por la población local. La presencia de jornaleros tailandeses hace surgir una cuestión moral. Mientras agrupaciones israelíes (Natan, Adam, etcétera) de derechos humanos velan por las condiciones de los trabajadores asiáticos, preguntamos: ¿se habrá transformado el kibutz, símbolo del igualitarismo socialista y emancipación judía, en burla de sus propios principios?

La industrialización y el mundo de las telecomunicaciones desempeñan los papeles más influyentes en la economía israelí. Por ende, muchos “kibbutzim” han construido sus propias fábricas. Epilady, el aparato depilatorio femenino de renombre mundial, salió de los talleres de un kibutz en la década de los 80. El kibutz Mizra, ubicado cerca del monte Gilboa, donde murió el primer rey israelita, Saúl, ha desarrollado su propia industria alimenticia: Carnes Mizra, incluyendo el jamón (a pesar de la prohibición religiosa, tanto judía como musulmana, contra la carne de puerco). Fervientemente laico, pero rodeado de paisajes bíblicos, Mizra atrae peregrinos judíos y cristianos, impulsando el turismo como ingreso adicional.

La propiedad privada tampoco es maldición entre los kibutzianos: muchos, como el kibutz Har El, en los alrededores de Jerusalén, alquilan pisos a estudiantes y a profesionales solteros, beneficiándose tantos unos como otros. La supervivencia del kibutz no está asegurada. Su renovación está supeditada a su habilidad de flexibilizarse. Se debe abrir los estrechos parámetros de membresía para acoger a gente más allá de la típica familia de clase media ashkenasí. Con pocas excepciones, judíos yemeníes (una de las comunidades más antiguas del país) no formaron parte del tejido social del kibutz..., tampoco lo ha sido la mayoría del país: judíos de origen norteafricano. Recientemente, los inmigrantes rusos se han mostrado reacios a la posibilidad de incorporarse en el kibutz. Entidades colectivas no atraen a los que padecieron la torpe burocracia estalinista.

El futuro del kibutz, entonces, dependerá de la voluntad de sus integrantes a implementar nuevas estrategias que les permitan traspasar la periferia para ofrecer lo que exigen muchos: una alternativa a la brecha socioeconómica, cada vez más grande, que aqueja Israel.

S. FREDRICK, antropóloga

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