JUDAISMO HUMANISTA

O Judaismo Humanista é a pratica da liberdade e dignidade humana

El imaginario cónclave judío - Lo que en otras religiones es normal, en el judaísmo no funciona Marcos Peckel*, Colombia

La situación del pueblo judío se había deteriorado significativamente. Israel no tenía paz con sus vecinos y estaba rodeada de regímenes islamistas en Egipto, Jordania, Siria y Líbano. Hamas había tomado control del gobierno de Cisjordania. Irán había realizado exitosamente su tercer ensayo nuclear ante los ojos impávidos de la comunidad internacional. El gobierno de Israel sufría de una parálisis total por las diferencias entre religioso y laicos, entre proponentes la paz con los palestinos y opositores. La campaña de boicot arreciaba en los confines del planeta y varios países habían degradado sus relaciones con Israel.
Las organizaciones judías en Estados Unidos habían perdido gran parte de su anterior influencia en el gobierno y en el congreso y las peleas internas desgarraban la fibra comunitaria. La discusión sobre conversiones había generado graves enfrentamientos en los confines del mundo judío. El antisemitismo arreciaba en Europa, con virulentos ataques mediáticos y físicos a sinagogas e instituciones comunitarias. En Argentina la causa AMIA había fenecido en un manto de impunidad. La asimilación diezmaba las filas del judaísmo.
Ante la gravedad de la situación, líderes judíos de Israel y las diásporas propusieron que era imperioso restituir algún tipo de jerarquía única en el pueblo judío, similar a la que hubo en las épocas de jueces, profetas y reyes, y que una persona debería asumir el rol de “Líder Supremo” del pueblo judío para conducir a los judíos por ese “nuevo desierto” del siglo XXI. Se analizaron diferentes formas de elegir a ese nuevo dignatario y se acordó que lo más adecuado y eficiente era emular el modelo del cónclave con el cual los católicos eligen a sus Papas.
Comenzó entonces el debate sobre donde, como y quienes deberían hacer parte de ese cónclave.
El primer tema a decidir era el lugar del cónclave. El rabino principal de Israel afirmó que la sede obvia era Jerusalén, lo que fue rechazado por líderes de la diáspora que consideraban que ahí no había garantías de imparcialidad. Otro propuso Brooklyn propuesta inmediatamente vetada por los representantes reformistas. Otro tímidamente propuso Buenos Aires, propuesta que no tuvo reacción alguna. Tras un largo ir y venir se decidió que lo ideal sería un lugar neutral donde no hubiera ni un solo judío. Se eligió Ulan-Bator, capital de Mongolia, donde el gobierno de ese país, ante las perspectivas que allí se realizara un evento de tal magnitud había otorgado todas las garantías de seguridad y confidencialidad exigidas por los coordinadores.
El siguiente debate consistía en cuantos y quienes participarían en el cónclave y qué requisitos personales tendrían que cumplir para ser electores del nuevo “Líder Supremo”. Por agüero se decidió que el número total de participantes en el cónclave sería de 613. Con base en los datos de un censo judío global que se había realizado meses antes se propuso que la representación fuera proporcional a los datos obtenidos.

¿Cómo se eligen? ¿Dónde se sienta cada uno?
Habría judíos ortodoxos, ortodoxos modernos, haredim de las diferentes sectas, conservadores, reformistas, reconstruccionistas, ateos, conversos, asimilados. Además, comunistas, derechistas, centristas, peronistas, uribistas, chavistas, sefaradíes, askenazíes, yemenitas, etíopes, iraquíes, residentes de Israel, Estados Unidos, Europa, Australia, Sudáfrica, América Latina, Afganistán, de otras regiones, viejos, jóvenes, edad madura, sionistas, antisionistas, hombres y mujeres.
Se decidió que para ser elegido la persona tendría que recibir el 50% de los votos totales más el 50% dentro de cada uno de los grupos representados.

El mundo se enteraría del elegido a través de un tuit de la cuenta @jewishboss abierta para tal fin y que contaba ya con 150 millones de seguidores.
La comida sería estrictamente vegetariana pues no hubo acuerdo en los estándares de Kashrut. Habría 4 capillas aledañas, ortodoxa, conservadora, reformista y neutral para que cada grupo pudiera rezar en las horas de oración, Jabad había instalado un stand para el que quisiera ponerse tefilim lo hiciera, a la vez que una congregación reformista ofrecía el mismo servicio para mujeres. Habría traducción simultánea y hasta tanto no se eligiera el líder nadie podía abandonar el amplio salón construido para tal fin por las autoridades mongolas. Se contrató a un matemático de Harvard para organizar la sentada en el plenario ante las contradictorias exigencias de los grupos. “Yo no me siento al lado de una mujer”, “yo no me siento al lado de un converso”, yo no me siento al lado de un argentino“, “yo con un religioso al lado ni de riesgos”.

Al final resolvieron dejar todo como está
Al poco de comenzar las deliberaciones ya había estallado el pandemonio de acusaciones, recriminaciones, palabras de grueso calibre, acusaciones de intolerancia y de responsabilidad por la situación. El uso de la palabra ya no se respetaba. Todos hablaban y gesticulaban al tiempo. Los bouncers mongoles tuvieron que intervenir varias veces a separar a los que amenazaban con irse a las manos. Algunos dormían plácidamente en sus mullidos sillones. Otros hacían campaña para ser elegidos. Los más vivos hacían negocios. Las papeletas de votación yacían en su anaquel sin haber sido usadas aún.
El único computador en el recinto desde el cual se emitiría el tuit estaba celosamente custodiado por guardias de la presidencia de Mongolia, con instrucciones de no permitir que nadie se acerque a menos que se haya logrado un acuerdo.
Pasaban los días y el dichoso tuit no salía. La comida escaseaba, los ceniceros estaban rebosados, los baños ya no funcionaban, los chistes ya eran repetidos, las mujeres ya no se maquillaban, ya no se deliberaba y el cónclave había degenerado en un diálogo de sordos mientras el mundo esperaba ansioso el nombre del nuevo “Líder Supremo” de la judeidad. Nada, silencio total en la cuenta de Twitter. Habían pasado meses desde el comienzo del cónclave.
El gobierno de Mongolia requería del recinto para reunir en él a los miles de descendientes de Gengis Khan, por lo que mandó una nota perentoria que desalojaría el sitio en los próximos días.
Entonces por arte de magia se logró el consenso y todos descansaron. Con base en las enseñanzas del gran filósofo universal se adoptó el slogan “deje así”: No habría líder supremo. Los más creyentes seguirían esperando al Mesías. Se cerró la cuenta de Twitter con cero tuits. Con una sensación de deja vu, los honorables conclavistas partieron a sus lugares de origen. Hacía semanas que la prensa se había ido.
¿Y los problemas que habían motivado el cónclave? Nadie se preocupaba ya. Se resolverían como había sido siempre. Como en los 3500 años de historia, con tenacidad, imaginación, sacrificio, perseverancia, fe, diversidad, unidad. Sin líder supremo.

*El autor es columnista de asuntos internacionales de los diarios El Espectador y El País.
Es Profesor de la Universidad Externado de Colombia, en la Facultad de Relaciones Internacionales y Director de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia así como autor de numerosos artículos sobre Medio Oriente y Judaísmo.

Exibições: 120

Respostas a este tópico

Perfecto,judios como solo judios saben ser.

RSS

© 2024   Criado por Jayme Fucs Bar.   Ativado por

Badges  |  Relatar um incidente  |  Termos de serviço