JUDAISMO HUMANISTA

O Judaismo Humanista é a pratica da liberdade e dignidade humana

Parashat “Bejukotai” Autor: Rabina Valerie Stessin*

Interpretación y comentario En la reciente fiesta de Pesaj fuimos a pasear a la Ciudad Vieja de Jerusalén. Después de rezar en el Muro Occidental, una de las mujeres que allí mendigan ayuda, llamó a mi hija menor y le dijo: “Ven, dame una ayuda (tzedaká) y te daré una bendición”. Mi hija tomó mi mano y me estiró para un lado, mientras yo lo hice para el otro. “Ven mamá, la mujer quiere darme una bendición, ¿por qué no quieres?” Sentí su deseo inocente de responder a esa oferta atractiva y ella sintió mi incomprensible negativa. Sentí un dolor en el corazón por el hecho de que una visita al Muro me dejó un gusto amargo. Debía darle a mi hija una respuesta rápida y una explicación a mi negativa. Le dije que yo no estaba dispuesta a que reciba una bendición de cualquier persona. Ahora, analizando la parashá “Bejukotai”, recuerdo aquella experiencia con mucha fuerza y la misma me causa repulsión. ¿De dónde tiene la mendiga del Muro, el atrevimiento de repartir bendiciones con un hilo rojo por cinco shékels? ¿Por qué ella tiene el derecho de transformar la experiencia de encontrarnos en un lugar sagrado, en una ocasión para sentir -por lo menos en mi caso- una burla al concepto de bendición? Nuestra parashá cierra el conjunto de leyes del libro de Levítico con una larga lista de bendiciones y maldiciones. Algunas veces, no es fácil escuchar las bendiciones y las maldiciones e identificarse con la idea según la cual la buena conducta recibe una recompensa y el desvío de los preceptos de Dios y la desobediencia exigen un castigo inmediato. Quiero concentrarme en las raíces del concepto de la bendición judía. Según M.D. Kasuto (Enciclopedia Mi-krait, concepto “brajá”, vol. 2, pág. 354), la idea original de la palabra “brajá” (bendición) era la entrega de un presente de Dios al ser humano a cambio de los sacrificios que la persona le ofrecía en su culto. El ser humano bendecía a Dios y expresaba ante Él sentimientos de agradecimiento, temor, respeto, amor y alabanza. Y Dios bendecía al ser humano, es decir, le entregaba a él Sus presentes. En ese caso, la bendición era una parte significativa en el diálogo existente entre el ser humano y Dios; las bendiciones humanas y las bendiciones Divinas eran idénticas en sus referencias, pero diferentes en su esencia, aunque ambas eran componentes de esa relación. A continuación, Kasuto destaca que “en el Antiguo Oriente estaba difundida la creencia, -basada en el concepto del poder mágico de la palabra expresada-, que las palabras de bendición o maldición -¡y especialmente las palabras de maldición!- cobraban vida por sí mismas y se transformaban en realidad”. Él encuentra en la Biblia testimonios de esta creencia dentro del pueblo de Israel y de otros pueblos, pero destaca que esa idea se contradice con la idea de la religión bíblica según la cual “no es de imaginar que haya en la palabra del ser humano el poder de actuar por sí misma sin la Voluntad de Dios, porque sólo de Él sale lo bueno y lo malo”. Si es así, entonces las bendiciones entre los seres humanos son sólo deseos o rezos para que Dios actúe según la bendición. En un diálogo humano (de bendición), se forma un triángulo en cuya base se encuentran una persona frente a otra y la fuente del poder es el Ser Superior. ¿Cuándo ocurre que la bendición que recibimos es significativa y queda grabada en nuestra memoria? Quizás cuando la contraparte en el diálogo es una persona que tiene mucha importancia para nosotros, que nos mira a los ojos y que, verdaderamente, vé nuestros anhelos, y en ese mismo momento dice las palabras que van a resonar dentro nuestro. A veces, siento que vivimos en una época en la cual las bendiciones se transformaron en un producto barato. Reconozco que extraño aquellos días que no conocí, en los cuales, quizás, las palabras tenían más valor. Como dice Abraham Iehoshúa Heschel: “La vida dentro del cuerpo es maravillosa y linda, pero más maravillosa y linda es la vida dentro de una palabra. La palabra es más importante que el mundo: todo fue creado por la palabra de Dios. La Torá es una constelación de palabras sagradas. Cuando una persona buena muere, su alma se transforma en una palabra que continúa viviendo en El Libro de Dios”. (A.I. Heschel, “Moral, grandeur and spirituality audacy”, pág. 373). Estudio y análisis Rabino Dr. Alexander Even-Jen Profesor de Pensamiento Judío, Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Jerusalén “Si en Mis leyes os vais a encaminar y Mis mandamientos vais a guardar y los vais a cumplir, Yo daré vuestras lluvias en su tiempo y dará la tierra su producto y el árbol del campo dará su fruto” (Levítico 26:3-4). ¿A quién van dirigidos estos versículos? Puesto que en el Tratado de Avot está escrito: “Antignos de Sojo, que recibió la tradición oral de Shimón el Justo, solía decir: No imitéis a los esclavos que sirven a sus amos con la esperanza de ser recompensados; mas servid a Dios como aquellos servidores que lo hacen desinteresadamente, profesando siempre la veneración a Dios” (Tratado de Avot 1:3). Muchos versículos en la Torá se refieren a “la recompensa” que el pueblo de Israel se supone que recibirá en caso de cumplir con los preceptos de Dios. ¿Cómo puede Shimón el Justo decir algo como aquéllo? Puesto que parecería que la mayoría del pueblo son esclavos. ¿Y qué tiene de malo el culto a Dios por el cual la persona espera influir positivamente en favor de su familia y de ella misma? ¿Puede ser que una persona cumpla con los preceptos sin esperar “recompensa” a cambio? ¿No hay en esta exigencia un desentendimiento de la naturaleza humana? ¿Por qué utilizar la imagen de “la esclavitud”? Ciertamente, en muchas fuentes el pueblo de Israel es descripto com “esclavo de Dios”, pero ¿esta imagen refleja la experiencia religiosa que anhelamos? ¿Acaso la imagen que usa Abraham Iehoshúa Heschel para describir la relación entre el ser humano y Dios -el ser humano es descripto como “socio” de Dios-, no es más apropiada para nuestras aspiraciones espirituales? *Vice directora de la Fundación TAL”I. Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento Conservador y la Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras. Traducción: rabina Sandra Kochmann

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