No pocos judíos en Israel conocen deudas con jóvenes drusos que sirven en las fuerzas armadas y en los servicios secretos del país. Incluso líderes como Netanyahu y Bennet confiesan que en no pocas ocasiones se han eximido de peligros en la actividad política y militar merced a la oportuna ayuda de jóvenes drusos. Y no pocos diplomáticos de este origen sirven con singular éxito en embajadas y consulados del país, además de contribuir en todas las ramas de la economía nacional.
Ciertamente, conservan celosamente su identidad en las localidades que habitan. Pero nadie ha conocido alguna vez expresiones hostiles en el Carmel, en la Galilea e incluso en Ramat Hagolán. Más aún: saben y aceptan que sus creencias religiosas tienen origen en el profeta judío Ytró y en no pocas ideas cardinales de la Kabalá. Y desde los años treinta, incluyendo todos los episodios bélicos en los que Israel debió tomar parte, la lealtad de los drusos no conoció sombra alguna.
En filoso contraste aparecen los jaredim. Nada o excepcionalmente aportan a la defensa del país; rechazan su legitimidad; imponen a la sociedad civil judía – que en rigor desprecian – principios y prácticas hostiles a la cultura secular que de momento prevalece en Israel. Actitudes que no les impiden votar en favor de representantes y causas que, si fueran mayoritarios, conducirían al desplome de Israel como entidad nacional.
Y sin embargo, la reciente ley sobre la singularidad judía de Israel castiga a los drusos y aplaude a los jaredim. Enloqueció la Knesset ? Teme el veredicto de los Cielos más que los mandatos de la secular justicia? La amnesia histórica guía hoy sus imprudentes deliberaciones?
Interrogantes que la lúcida ciudadanía israelí hoy levanta. No son pocos los conflictos y las ambivalencias que Israel – como país y como cultura – debe resolver. Para qué multiplicarlos con desviadas decsiones?
Cabe aún esperar que la razón secular y la sensatez reconquistarán a Netanyahu y a su gabinete. O quizás la anunciada protesta multitudinaria de drusos y de judíos le devolverá el equilibrio perdido. Digamos de momento amén y amén.
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