Parashat “Vaierá” Autor: Ruth Berger*
Interpretación y comentario
Soren Kierkegaard, filósofo danés de fines del siglo XIX, dijo: “infinitas generaciones conocieron la historia de Abraham de memoria, palabra por palabra. Pero, ¿a quién de todos ellos esta historia les sacó el sueño?”. En su libro “Temor y Temblor”, Kierkegaard destaca que existe una contradicción entre la disposición de Abraham a sacrificar a su hijo y la concepción ética aceptada. Queda claro que Abraham -y especialmente Abraham- tenía una forma de razonamiento ética. ¿Cómo, entonces, puede ser que la orden Divina superó esa orden ética?
Kierkegaard argumenta que existe una situación de fe que está más allá de todo razonamiento. El caso de Abraham no es igual al caso de Agamenón, que sacrificó a su hija para los dioses. Agamenón recibe la orden de los dioses de boca de los videntes. Él se encuentra frente a un dilema: el amor por su hija por un lado, y la salvación del pueblo por el otro. Cualquiera de las dos opciones es mala. Agamenón es un héroe trágico.
El dilema de Abraham es consigo mismo. El conflicto es entre la orden Divina que le es dada sólo a él y la orden ética general, común a todos los seres humanos. El conflicto ocurre en el corazón del creyente, y él no puede compartir sus dudas con nadie. Abraham no comparte su angustia con Sara, no por el veto que ella pueda imponer al sacrificio de Isaac, sino por el hecho de que la orden Divina le fue dada sólo a él, y no puede haber socios en una orden Divina dada de manera individual. La decisión si seguir o no la orden Divina particular o seguir la orden ética, es una decisión del individuo. Sólo el único y especial, sólo una persona como nuestro patriarca Abraham, podía saber si aquélla era una orden Divina y no de espíritus burlones que lo rodeaban. Sólo una persona del nivel de Abraham podía saber que ésas eran palabras del Dios Viviente, y no del Satán. No hay ningún tipo de criterio exterior en el cual el creyente pueda apoyarse en su decisión. Sólo su fe le sirve de guía. Según Kierkegaard, “existe la anulación de la orden ética por causa de la orden religiosa”.
S. H. Bergman, en su artículo “El sacrificio de Isaac y el hombre de hoy”, compara la idea de la anulación de la orden ética por causa de la orden religiosa de Kierkegaard, a la idea de “haremos y luego escucharemos” del pueblo judío. Obediencia completa sin dudar ni vacilar. Esta actitud es peligrosa. Todos sabemos qué tipos de acciones terribles fueron cometidas en nombre de una obediencia religiosa ciega. Debemos analizar nuestras acciones usando nuestra razón. Nuestra capacidad de juzgar debe orientar nuestras vidas. No hay que anular el poder de la experiencia religiosa que llevará a la acción, pero el razonamiento, la crítica, la sensatez y la ética, deben guiar nuestras acciones. Bergman no juzga a Abraham, pero se puede aprender de sus palabras que la acción de sacrificio de Abraham no es un caso en el cual “las acciones de los padres sirven de ejemplo para los hijos”.
Shulamit Hareven dice que Abraham fracasó. Abraham no superó la prueba. El sacrificio de niños para Molej era una costumbre idólatra, y Abraham, el primer monoteísta, debía haberse negado a realizar la acción pagana. Según Hareven, Abraham aún no se había liberado del mundo idólatra del cual venía y en el cual vivió. El verdadero mensaje del relato surge de su final, cuando el ángel de Dios dice: “No extiendas tu mano contra el niño”, lo que signfica la total anulación de los sacrificios de niños.
Es difícil aceptar esta concepción sobre el relato del sacrificio de Isaac. En la tradición judía, este hecho fue la última y más grande prueba superada por Abraham. Es la parte de la Torá elegida para ser leída el segundo día de Rosh Hashaná. En el rezo de Musaf del mismo día, rogamos y decimos: “Recuerda en nuestro favor Tu Pacto, Tu merced y la promesa que formulaste a nuestro patriarca Abraham en el Monte Moriá, cuando ató a su hijo Isaac sobre el altar, sobreponiéndose a su afecto y dominando sus sentimientos, para cumplir Tu mandato con todo el corazón. Asimismo, Dios nuestro, supere Tu ternura a Tu ira”. Se supone que del relato del sacrificio debemos absorber fuerza y fe. Generaciones de judíos absorbieron del mismo, poder y autoridad moral cuando fueron expuestos a la hoguera para “santificar el nombre de Dios”. ¿Será que podemos anular esta concepción enraizada tan profundamente en la tradición del pueblo de Israel y cambiarla por un pensamiento “lógico”?
No tengo respuesta. Para mí, la pregunta queda abierta y cada vez que leo esta parashá, debo enfrentarme a ella de nuevo.
*Miembro de la Comunidad “Masortit Mishpajtit de Beit HaKerem”, Jerusalén
Texto dedicado a la memoria de mi hijo Rafi Berger, muerto en el atentado en el Tzomet Pat, el 8 de Tamuz de 5762, 18 de junio de 2002.
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Asamblea Rabínica de Israel, Movimiento Conservador y Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: rabina Sandra Kochmann
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