Tarbut y shabat: dos valores básicos del judaísmo Autor: Rajel Hendler
Hace pocas semanas en el programa de Dob Elbaum “Recibiendo al Sábado”, se habló sobre las distintas corrientes religiosas y su punto de ver y analizar el significado del Shabat.
Como acostumbro, traeré a continuación mi personal análisis y pensamientos sobre el sábado hebreo y su profunda e inseparable relación con nuestra cultura, con la cultura judía.
Como síntesis de todas las definiciones de cultura conocidas podemos afirmar: La cultura aspira al razonable equilibrio de los grupos, el respeto de cada uno y a la justicia para todos. Constituye políticamente el mejor sistema de gobierno y como afirma el gran educador Pestalozzi: “por la educación a la cultura, por la cultura a la libertad, por la libertad a la humanidad”.
Después de estas consideraciones universales de la cultura, veamos que dicen los libros sobre Cultura Judía.
El vocablo hebreo tarbut, que significa cultura, se deriva de “rab” que significa mucho, de ahí la palabra “harbé” que significa aumentar, multiplicar, (“leharbot” aumentar, multiplicar) hacer crecer, cultivar, tanto los productos materiales como los conocimientos y el “Rab” o “Rabi” es el que tiene a su cargo y se dedica al estudio constante de la Torá, el que aprende a respetar y apreciar los valores verdaderos de la vida. De modo que Tarbut involucra también el aprecio, el respeto, o sea una modalidad, una norma de conducta.
La voz hebrea Tarbut, manifiesta la idea de que una cultura nunca es estable, sino que por su propia dinámica evoluciona continuamente. Los caminos de la verdad y la justicia y de la paz universal, esencia de la cultura hebrea, son larguísimos y difíciles y justamente sus senderos constituyen el fin principal de la Cultura Hebrea.
Para el hebreo Cultura no tiene el sentido común de la palabra, sino que es una profunda filosofía, es riqueza y fecundidad intelectuales y en su largo, milenario camino hacia la meta, arrastra la diversidad de sus acciones y manifestaciones, intelectuales, artísticas, sociales y políticas. Así afirman los comentaristas, historiadores y críticos.
Hay que recordar que la cultura de un pueblo incluye manifestaciones positivas y negativas. Pero sobreviven aquellos en que prevalecen las condiciones y los valores positivos.
Hay numerosos ejemplos en la historia de nuestro pueblo, en que sumido en malos hábitos, corrió el riesgo de extinguirse como ocurrió con otros pueblos semitas. Pero como por fuerza intuitiva, latente, las corrientes del bien se impusieron. O por milagro dirán los que creen. La Biblia ha sido siempre como la carta del navegante que hizo que el barco siga a flote, que no se consumara el naufragio.
La Biblia nos relata esos largos itinerarios, los altibajos, lo permitido y lo prohibido, las penas y alegrías, las derrotas y las victorias, los cantos y lamentos, en síntesis todo cuanto vivió el individuo y el pueblo en tan largo viaje.
Así podemos afirmar que la Biblia es base y pilar, monumento original y rector de la Cultura Judía.
El autor del libro “Este es mi Dios”, cuenta que un amigo le pidió algunos datos sobre la fiesta de Janucá, y se disculpó que quería dar alguna información a sus hijos sobre judaísmo en general, “no por religión” le aclaró su amigo. Y esta aclaración le movió a escribir el libro.
Esta anécdota a mí me despertó, como siempre, una serie de reflexiones, que por otra parte ya repetí muchas veces, pero así lo siento.
El judaísmo no es sólo una religión. No hay que temer a la palabra religión por la que muchos retroceden; algunos avergonzados temiendo haber sido sorprendidos en una debilidad, otros porque creen ser, rechazando todo signo de religión, más humanistas o universales.
El judaísmo ha trascendido los límites de la religión y de la nacionalidad. Es una profunda concepción de vida, donde historia, religión, tradición, nacionalidad, se mezclan, se funden, se completan. Es sobre todo una ética, una norma de conducta, en consecuencia y ateniéndose a la definición de Tarbut, una cultura milenaria:
En tal sentido debemos educar a nuestros hijos y alumnos, en un medio universal y humanista con el bagaje cultural y espiritual que les permita salir airosos en todo momento; que no flaquee su judaísmo ante el primer escollo, ante la primera tentación.
Debemos evitar que nuestros hijos se eduquen amorfos e incoloros, incapaces de reaccionar con viril actitud frente a los altibajos de la existencia.
Hay un verdadero clamor de nuestra juventud que reclama orientación clara y definida de sus mayores y maestros. Esta es nuestra obligación: formar, educar y elevar.
En una conferencia del Movimiento Familiar Cristiano, hace unos años, se ha proclamado: “La mesa familiar debe volver a ser la mejor de las cátedras” y nosotros lo repetimos: “El hogar debe ser la mejor de las cátedras de cultura judía”.
La influencia del hogar y de la escuela bien empleados es el más formidable factor en la formación del futuro hombre. La madre como rectora del hogar juega un papel importante en este proceso.
Y voy a dedicar algunos párrafos al papes de la madre en la educación y en la formación cultural. Se ha dicho que “en el ser coexisten al mismo tiempo el individuo y la persona. El individuo es la materia y sus caracteres fisiológicos, la persona constituye lo anímico. El individuo es lo que tenemos en común con animales y plantas; la persona acentúa lo existente de espiritual del hombre”.
El Shabat está consagrado a la persona. Es el tiempo del espíritu. Es la pausa indispensable para que nuestro yo se manifieste. Es en esa paz sabática, cuando el ser, al lograr evadirse de la alienación cotidiana alcanza el diálogo buberiano de Yo y Tú.
“Qué fue creado el séptimo día? La serenidad, la paz, el reposo”.
“Seis día trabajarás y harás toda tu obra, más el séptimo será reposo para Jehová tu Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas”.
La Biblia y su Shabat fueron pilares, monumentos originales.
Desde el punto de vista social, en materia de legislación obrera, el descanso hebdomadario, se ha considerado como una de las conquistas más grandes de la civilización y como una de las leyes de trabajo más justas. En nuestra legislación encontramos el descanso sabático entre los primeros preceptos divinos.
Para terminar, lo asociamos con la imagen de la madre en el Kabalat Shabat pues según la tradición es ella la reina del sábado.
Así lo relata Bialik en su poema “Mi Madre” interpretando con sublime amor poético el profundo significado del sábado hebreo. Bajo su pluma el sábado adquiere vida y lo sintetiza en una amarga lágrima que a la vez apaga y prende la vela bendecida.
Su madre, viuda y pobre, invierte sus últimas monedas en velas que encenderá para recibir el Shabat....esta vez sólo dos velas escuchan sus oraciones. De pronto una lágrima cae sobre uno de los cirios y apaga su luz.
Cubriéndose el rostro la madre llora amargamente: “El sábado avergonzado ha quedado”, “Porqué Oh Señor, si tu sierva ha pecado la gloria divina del sábado has humillado?”
Y entonces se produce el milagro....una ardiente lágrima cae sobre el cirio apagado.... Y se hace la luz.... Nuevamente dos cirios iluminan el altar sabático. El espíritu, la gloria del Hacedor, besó el cirio apagado y la divinidad del séptimo día fue restablecida.
Esto es también Cultura Judía, Tarbut. Lo que nos fue ordenado en el séptimo día de la Creación: Shabat, Reposo
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