La derrota del Nobel Autor: Pilar Rahola
Y es que Palestina no es una causa, es una guerra ideológica, directamente enraizada con la obsesión anti sionista de determinada izquierda. Una izquierda que desprecia la libertad de expresión, y que, en su delirio, cuelga discursos de Ahmadineyad en sus webs.
De extremo a extremo, los extremos se encuentran en el odio a Israel. Y todos reciben subvención pública.
Ha pasado desapercibido. Como siempre. Las barbaridades que ocurren en Irán no nos interesan, porque no se acomodan al maniqueísmo ideológico. Si las víctimas fueran palestinas. Si los malos pudieran ser feroces israelíes de Tzáhal, o marines con cara de perro. Si la realidad cuadrara con las filias ideológicas, entonces se movería el dinero, montaría en cÆlera el griterío, y se rasgarían las vestiduras los monopolizadores del concepto solidaridad. Si, además, uno fuera listillo, entonces hasta podría conseguir miles de euros de subvención, para salvar a los palestinos de sí mismos. Veamos un ejemplo de este ideológico despilfarro. Los de Sodepau, la ONG mÄs anti israelí de Cataluña, han recibido del Ayuntamiento 556.408 euros para “mejora y fomento entre las mujeres de Cisjordania de su acceso a la salud sexual y reproductiva”.
¹What? ¹Eso le corresponde a un Ayuntamiento catalán? Pero hay más, si sumamos el resto de las iniciativas, Sodepau ha recibido casi 800.000 euros de dinero municipal, según respuesta a una pregunta de Jaume Ciurana. Es decir, que nuestro endeudado y pobre Ayuntamiento es tan rico y generoso, que dedica miles de euros a salvar, entre otras lindezas, la sexualidad de las mujeres palestinas. Si hiciera lo mismo con las mujeres prostituidas de las calles de la ciudad, serÕa de monumento. ¹Todas las ONG o entidades que trabajan en Barcelona gozan de tanta generosidad municipal? Claro que no, algunas no gozan de nada, y todas pecan de no ser pro palestinas, pasaporte imprescindible para que se abran las puertas del dinero progre. Y es que Palestina no es una causa, es una guerra ideolÆgica, directamente enraizada con la obsesión anti sionista de determinada izquierda. Una izquierda que desprecia la libertad de expresión, y que, en su delirio, cuelga discursos de Ahmadineyad en sus webs. De extremo a extremo, los extremos se encuentran en el odio a Israel. Y todos reciben subvención pública. Después son invitados en primera fila a los fastos de la Diada, y se permiten silbar a Noa. El dinero público alimenta muchos monstruos.
Mientras engordamos a estos fanáticos, algunas causas no tienen quien les escriba. En Irán, por ejemplo, acaban de confiscar el Premio Nobel que recibiió la luchadora Shirin Ebadi. Podría sorprender que un Gobierno se atreva a tal despropósito, pero Irán puede permitírselo todo. Esclavizar a mujeres, ir por el mundo con la bandera de un régimen teocrático medieval, condenar a muerte a homosexuales y a disidentes, y hasta burlarse de Alfred Nobel. Nadie llorarÄ por las víctimas iraníes. Nadie encabezará manifestaciones. Y ningún Hereu dará miles de euros para ayudarlos. No son víctimas, porque sus verdugos no forman parte de los males políticamente reconocidos. Y ya se sabe que la solidaridad no es un concepto neutral. Es un arma ideológica.
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