El sol es un astro frío .Su corazón, agujas de hielo.
Su luz, implacable. ( Eric Vuillard)
Dra. Bejla Rubin
Frase que tomamos prestada del rey Salomón, dicha miles de años atrás y que sigue siendo vigente durante todos estos años de Historia, no obstante en el siglo XX bajo ese mismo sol cotidiano la Historia escribió un nuevo paradigma: la maldad del nazismo. Efectivamente el sol sale todos los días y el día que no lo haga ya no habrá más mundo, al menos éste que conocemos: que rota y gira, que calienta su suelo y engendra sus tesoros, tanto vegetales, animales como humanos. Y en esta ocasión ¿a qué repetición nos vamos a referir? Al color del dinero, a la codicia en todas sus expresiones que con tal de atesorarlo e incrementar sus arcas los hombres son y fueron capaces de realizar las peores calañas, las máximas rapiñas, sus ominosas vilezas con tal de acceder a él.
Tomaremos la expresión del escritor francés Eric Vuillard de su reciente libro El orden del día donde afirma que “el mundo de los negocios, las luchas partidistas son poca cosa. Políticos e industriales están habituados a codearse”. Y con ésta afirmación se va a introducir en el mundo sucio de los negocios y su rédito mezquino a costa de la mano de obra esclava en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, como así mismo existe la explotación hoy en día de los más débiles y desprotegidos del sistema social y financiero, hecho esto en aras de sostener un mercantilismo feroz, pero éste autor lo va a contextuar dentro de lo acontecido en los albores del nazismo, en la gestación del huevo de la serpiente, esa que todos ven pero que nadie quiere aniquilar en pos de hacer buenos negocios.
Siendo así, la Historia ha sido testigo de una reunión “cumbre”, el 20 de febrero de 1933, que no es una fecha cualquiera dado que Hitler es nominado Canciller de Alemania entonces, precisa de los grandes capitalista de la Nación para llevar a cabo su cometido: recuperar su espacio vital (Lebesraum), rearmarse de forma clandestina dado la prohibición de hacerlo según lo firmado en el Tratado de Versalles una vez que Alemania pierde la Primera Guerra Mundial, invadir Europa , y matar a “la plaga judía”, excusa conveniente y milenaria en boca de todo antisemita y con ese trillado argumento convencer a las masas embrutecidas vía los slogans e ideales nazis que serán muy bien implementados por la propaganda del Dr. Joseph Goebbels más adelante cuando será nombrado Ministro de Propaganda del Tercer Reich, pero para ello falta un tramo todavía, aún estamos en la gestación del huevo de la serpiente.
Entonces, volviendo a esa “cumbre”, comitiva de industriales ávidos de ir por más y por todo, tenemos así una nómina compuesta por: el magnate de los aceros Gustav Krupp, Dietrich , secretario de la corporación Siemens, Wilhelm von Opel, que de las bicicletas insignificantes pasa a ser el fabricante de autos más importante de la Alemania nazi, la droguería Bayer, la I.G. Farben industrie que luego llevaría el nombre de I.G. Auschwitz dado que costearía los horrorosos experimentos realizados allí sobre niños y mujeres de manos del Dr. Josef Mengele, Agfa, BMW, y otros más haciendo un total de 24 empresarios, todos socios del futuro Führer de Alemania, la alemania de los 100 años según lo expresara Göring, presidente de dicha reunión y del Reichstag y que siete días más tarde, el 27 de febrero sería convenientemente incendiado.
Al concluirse el cónclave y por iniciativa de Gustav Krupp, todos ponen su óbolo para apoyar las elecciones del 5 de marzo de 1933, garantizado así el triunfo electoral del insignificante cabo Hitler, donde cada uno de esos 24 canallas vendería su alma al diablo, no sabiendo aún las consecuencias de tan funesto pacto que habría de cambiar el paradigma de la política, el concepto de declarar la guerra y las relaciones humanas, pero sobre todo, la Historia de la humanidad de Occidente.
Y con el triunfo electoral del insignificante cabo Hitler, herido en la Primera Guerra Mundial por una bala furtiva, ni siquiera en el campo de batalla, dado que su función era la de ser correo, recibe por ello una condecoración, y con ella se ufanará cual un verdadero héroe de guerra, agazapando tras esa chapa a un verdadero cobarde. Tanto es así que rigió bajo un estado de poder absoluto, generando pánico a quienes se le opusieran, reglas que hacen a todo demagogo, totalitario, tanto del pasado como del presente, y para afianzar su política absolutista inaugura ni bien asume como Canciller en 1933 el campo de concentración de Dachau, en las afueras de Munich, siendo que allí se hacinaban en su comienzo a políticos, educadores, periodistas, en fin, a todo aquel que no levantase su brazo con el saludo nazi y no adhiriese con los ideales del nacionalsocialismo incipiente. Mucho más tarde, ya declarada la Blietzkrieg vendrían los campos de concentración para enclaustrar allí a los judíos, gitanos, homosexuales de toda Europa, sacarles su patrimonio, usar de su mano de obra esclava y así enriquecer a los industriales alemanes, los 24 arriba firmantes, y una vez que ya no sirvieran para dicho fin, dejarlos morir de hambre o mandarlos a las cámaras de gas y hornos crematorios para no dejar evidencia alguna.
Una vez finalizada la guerra , serán los sobrevivientes de EEUU los primeros en reclamar a Gustav Krupp se los indemnice por haber sido explotados, este accede a pagar por cada uno de ellos 1250 dólares, cuando el reclamo se extiende y salen a la luz otros maltratados, hijos de sobrevivientes cuyos padres fueron asesinados en los campos de concentración, el hombre reduce la cuota a 750 dólares, para finalmente entrar en el vil regateo de pagar 500 dólares, aduciendo que “ los judíos le habían salido demasiado caros”. Cuando el mal se desata, no tiene medida ni hay palabra para definirlo.
“Economía, economía, los convites del entierro sirven a la boda” exclama un Hamlet desesperado viendo la traición de su tío Claudio que envenena a su hermano, padre de Hamlet, rey de Dinamarca, para quedarse con su viuda. Entonces, para concluir y haciendo uso del título del presente escrito, vemos que Salomón el sabio atinó con sus palabras y ser un adelantado en su época y un visionario del futuro, donde la Alemania nazi terminó de realizar sin ambages el paradigma de la maldad, que a la hora de las políticas, los contubernios económicos, las demagogias electorales , los dogmas totalitarios, los jueces corruptos, la segregación racial, la explotación del más débil, entonces se ratificará que “no hay nada nuevo bajo el sol”, pero que ésta vez, en su nueva rotación la Tierra en torno a él , el nazismo aportó un nuevo paradigma de maldad, y que una vez inscripto en los anales de la Historia, ya cualquiera puede hacer uso de él, a costa de quien ose mirar al gran astro de frente, corre el peligro de quedar enceguecido para siempre.
Aquel 5 de marzo de 1933 la vida de los humanos, sobre todo los judíos, habría de cambiar rotundamente pues el huevo de la serpiente maduró y dejó escapar su carga venenosa, esa que nos salpica y compete a todos los humanos hasta la actualidad
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